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Mostrando entradas de marzo, 2018

La moral en Platon

Frente al relativismo moral de los sofistas, Sócrates estaba convencido de que los conceptos morales pueden ser fijados racionalmente, mediante una definición rigurosa: aun cuando resulte difícil de definir, por ejemplo, el concepto de justicia, éste puede ser definido y la búsqueda de su definción constituye una tarea ineludible y urgente para todo ser humano que no viva su vida irreflexivamente, así como para toda sociedad que pretenda configurarse de acuerdo con un orden razonable. Platón participa de esta convicción socrática, más aún, el carácter absoluto de los conceptos ético-políticos encontró su expresión más radical en la teoría de las Ideas (existencia de la Justicia en sí, la Bondad en sí, etc) independientes de las opiniones humanas acerca de ellas. Partamos, pues, de que es posible definir la justicia de un modo absoluto, de acuerdo con la convicción socrática y platónica. ¿Cómo definirla? Los sofistas habían señalado claramente el camino: analizando la naturaleza humana.

La Fisiocracia

Los fisiócratas consideraban al sistema económico como un organismo regido por una leyes, y por lo tanto podían tratarlo de forma científica. La premisa que funda su discurso es la existencia de un “orden natural” de la sociedad, de la misma forma que ocurre en la naturaleza física. Ahora bien, a diferencia de lo que ocurre en la naturaleza física, la sociedad puede encontrarse muy lejos de su propio “orden”. Dicho orden es el “natural” si los hombres no obstaculizan el libre desarrollo de las diversas fuerzas que obran en la sociedad, ya que la propia sociedad tiende a funcionar según unas leyes propias. Esta idea era sugerida a los fisiócratas  por la difusión de la economía mercantil. La fisiocracia identifica en un elemento de naturaleza económica la base de la constitución del orden natural. El conjunto de los hombres forman una sociedad, es decir, una unidad regida por leyes necesarias sólo en cuanto las actividades económicas de los hombres sean reducidas e integradas a trav

La opinión pública

La teoría de la opinión pública se debe a los fisiocratas ya que fue Mercier de la Rivière quien la utilizó por primera vez en 1767 para defender el absolutismo, cuando afirmó que, en este sistema político, no gobierna el rey, sino el pueblo, a través de la opinión pública. Necker, unos treinta años después, cuando hacía balance sobre la Revolución francesa, destacaba el hecho de la opinión pública cuando consideraba los factores que habían producido la revolución francesa. ¿Hasta qué punto la Historia está hecha por héroes o en qué medida éstos son el resultado y la expresión de un clima vigente entre el pueblo? Es dificil contestar esta cuestión, pero lo más sensato es aceptar la solución ecléctica que ve la opinión como atmosfera y condición donde germinan y prosperan los actos e ideas de las diferentes personalidades. Y, al mismo tiempo, admitir que la opinión puede ser el resultado de la presión de las grandes individualidades o de las minorias selectas. Maquiavelo ya piensa que

El símbolo

El símbolo no es una imposición de nuestra psicología, sino creación del hombre, una invención destinada probablemente en su origen a complementar el dominio de las señales que era accesible al hombre en evolución. Frente a la señal, el símbolo era algo artificial. Esto, que puede parecer una debilidad del símbolo, es lo que ha constituido su potencia. Del mismo modo que el instrumento ha sido originariamente un modo de completar las imperfecciones de nuestros órganos, pero pronto ha adquirido vida propia que le ha llevado a multiplicar indefinidamente la potencia del órgano, también el símbolo probablemente era al principio un medio de suplir las deficiencias de nuestros aparatos perceptores de señales, pero pronto se independizó y sobrepaso infinitamente en potencia a todas las señales. Su debilidad originaria se transformó, así, en poder: su artificialidad trajo consigo su carácter abstracto y su poder de generalización. El hombre vive en un mundo simbólico. No es un mundo de estím

Las trampas del lenguaje

Aunque no sea posible señalar criterios fijos para el significado de los enunciados, sí que es posible seguir un procedimiento más empírico e indicar algunas raíces de falta de significado en enunciados gramaticalmente bien construidos. Por supuesto, esta enumeración no puede ser exhaustiva, puesto que hay bastantes trampas en el lenguaje. Nos limitaremos a presentar algunas de las más características. la creencia en objetos abstractos. Es una trampa muy básica, pero en la que siempre es posible caer, pues el lenguaje mismo ofrece pie para ello. Puesto que las cosas suelen designarse con nombres gramaticales, tendemos a pensar injustificadamente que, cuando existe un nombre, existe igualmente la cosa correspondiente. Y ello incluso en el caso de nombres abstractos (como “justicia”, “libertad”, etc): a ellos les corresponderían también cosas u objetos abstractos. La trampa es particularmente tentadora en el caso de los conceptos morales. Mucha gente puede preguntar:”en este país,

Hesíodo

Casi todo lo que sabemos de este poeta lo ha dicho él mismo en sus dos obras principales, La Teogonía y los Trabajos y Días. Era un campesino, hijo de un comerciante de Cine establecido en Ascra. Ascra fue una aldea pobre, vecina de Tespias que era un centro cultural importante de la época, a poca distancia de Tebas. En Tespias había certámenes poéticos vinculados al culto de las Musas y hacia allí convergían seguramente los cantores de los lugares más distantes del mundo. Tenía un hermano, Peres, con el que pleiteó para defender su parte de la herencia paterna. De todas formas, la posición económica de Hesíodo era suficiente como para poseer un campo y los utensilios de labranza necesario para cultivarlo. También poseía un rebaño en en Monte Helicón, donde, según confiesa al comienzo de la Teogonía, lo iniciaron las Musas en el arte de la poesía: “Ellas precisamente enseñaron una vez a Hesíodo un bello canto mientras apacentaba sus ovejas al pie del Divino Helicón. Este mensaje a mí

El oro americano

Partido que hubo el capitán Hernando Pizarro con los cien mil pesos de oro y cinco mil marcos de plata que se mandaron a Su Majestad por su real quinto, de allí a diez o doce días llegaron los dos Españoles que traían el oro del Cuzco y al punto se fundió una parte de él porque eran piezas pequeñas y muy finas, y montó a la suma de quinientas y tantas planchas de oro arrancadas de unas paredes de la casa del Cuzco, y las planchas más pequeñas pesaban cuatro o cinco libras cada una y otras chapas de diez o doce libras, con las cuales estaban cubiertas todas las paredes de aquel templo: trajeron también un asiento de oro muy fino labrado en figura de escabel que pesó diez y ocho mil pesos. Trajeron asimismo una fuente toda de oro, muy sutilmente labrada que era muy de ver, así por el artificio de su trabajo como por la figura con que era hecha, y la de muchas otras piezas de vasos, ollas y platos que asimismo trajeron. De todo este oro se juntó una cantidad que subió a dos millones y med